- REUNIÓN DE ORACIÓN
La reunión del grupo de oración es el corazón de la vida del grupo.
La vida de un grupo tiene su momento culminante en la reunión de oración.
Por ello es muy importante cuidar tres objetivos muy concretos:
Hacer oración.
Escuchar al Señor.
Crecer en el amor fraterno.
La vida de cada grupo ha de estar en continuo crecimiento, lo mismo que la vida de cada miembro del grupo. Las metas a las que el Espíritu Santo invita a cada grupo son siempre elevadas.
RESPONDER:
¿Por es pobre la reunión de oración? ………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………
¿Qué dificultades encontramos?.......................................................................................................
……………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………
¿Qué retraso en las relaciones personales entre los hermanos/as encontramos?
………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………
¿Los servidores preparan la reunión semana tras semana y revisan después como ha ido todo para cumplir su misión de servidores?
………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………Propuestas para que en nuestros grupos se refleje:
La Alanaza y la celebración al Señor………………………………………………………………………...
……………………………………………………………………………………………………………………
Para que se proclame la Palabra del Señor …………………………………………………………………..
…………………………………………………………………………………………………………………..
Compartir juntos el trabajo y la vida …………………………………………………………………………
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¿El grupo de oración cae en la rutina? ¿Cómo la vencemos? ¿Usamos la creatividad sana, buscando en la liturgia y en las riquezas de los santos nuevas fuentes de inspiración?
……………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………
¿Somos consientes que nuestra alabanza se estanca si nuestra vida espiritual se estanca? ¿Cómo nos formamos? ¿Qué medios efectivos contra la rutina utilizamos?...............................................
…………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………..
>>> Respecto de uno mismo
¿Doy gracias a Dios por su bondad en haberme llamado a la Renovación?
¿Caigo en el error de no relacionarme sino con los pertenecientes a la Renovación, porque están en mi línea espiritual y los demás "no me comprenden", no son "carismáticos”? (no se excluye que pueda haber cierta ordenada preferencia y una mayor relación).
¿Persevero en el servicio del Señor, en su amor, en la oración, en la asistencia a los grupos a pesar de la desgana, del rechazo interior que pueda sentir?
¿Examino con sinceridad si mi pertenencia a la Renovación y mi apostolado me han llevado a desatender mis obligaciones de estado o a mermarles tiempo, energías, entusiasmo, esmero, etc...?
¿Vivo con más intensidad los sacramentos desde que pertenezco a la Renovación?
¿Estoy firmemente convencido de que la Renovaci6n a que pertenezco es la Renovación "católica" que pide una especial fidelidad a Cristo en su Iglesia?
¿He caído en la cuenta de que la asistencia a los Grupos de Oración no puede quedarse ahí; sino que deben tender a formar la comunidad de amor que el Señor desea para vivir la vida de Jesús, con todas sus consecuencias?
>>> En relación a los demás
¿Soy un lazo de unión o separo con mi modo de ser, de actuar, con mis comentarios desfavorables, chismes, murmuraciones, interpretaciones sin fundamento de sus acciones, etc...?
¿Procuro realizar en mí, con la gracia del Señor, ser auténtico testimonio de unión, de amor, de sacrificio ante el grupo; o soy, de algún modo, obstáculo a su crecimiento por mi actividad de vida?
¿Me intereso por sus necesidades, aún materiales y procuro, en la medida de mis posibilidades ayudarlos? ¿Los considero como verdaderos hermanos en el Señor y los trato como tales? Miro sus situaciones: éxitos, dolores, etc... como mías y procuro compartirlas?
¿He caído en la cuenta de la propia responsabilidad ante cada uno de los que pertenecen a mi grupo de oración?
>>> Respecto al Grupo de Oración
¿Procuro prepararme psicológicamente y espiritualmente para tomar parte en el Grupo de Oración o voy improvisadamente a él?
¿Caigo en la cuenta de que mi frialdad, falta de apertura al Espíritu, pasividad... pueden ser obstáculos a una mayor acción del Señor en la oración?
¿Asisto regularmente a las reuniones de oración y no las omito si no es por una verdadera causa que me impida?
¿Ando de Grupo en Grupo sin afincarme en ninguno; o formo parte estable, de uno de ellos, como comunidad del Señor; me contento con asistir una vez por semana y lo complemento con un tiempo diario a la oración privada?
¿Doy ejemplo de puntualidad? ¿Estoy unido con todas y cada una de las personas que forman mi grupo?
Si tengo que actuar ¿preparo cuidadosamente mis instrucciones y oro para que el Señor ilumine y haga fecunda su palabra en el corazón de los creyentes? ¿Huyo de la improvisión?
PEREGRINACION DE LA RENOVACION CARISMÁTICA
A LA VIRGEN INMACULADA
PATRONA DE NUESTRA DIÓCESIS
diciembre de 2011
María inmaculada, protege la vida de tus hijos
martes
PEREGRINACION DE LA RENOVACION CARISMÁTICA A LA VIRGEN INMACULADA PATRONA DE NUESTRA DIÓCESIS diciembre de 2011
domingo
viernes
ESCUELA PORTADORES DE LA LUZ
MUY IMPORTANTE.......
El día de 01 de octubre en colegio cristo Rey de la ciudad de aguilares se reanudaran las clases a partir de las 9 hs a 14 hs aproximadamente llevar para compartir almuerzo.
Bendiciones..
Equipo R.c.c. Diócesis de Concepcion
El día de 01 de octubre en colegio cristo Rey de la ciudad de aguilares se reanudaran las clases a partir de las 9 hs a 14 hs aproximadamente llevar para compartir almuerzo.
Bendiciones..
Equipo R.c.c. Diócesis de Concepcion
martes
lunes
JORNADAS DIOCESANAS DE EVANGELIZACION EN DIFERNTES PARROQUIAS
Lema:
"VUELVE AMI POR QUE YO TE DI LIBERTAD"
Cronogramas de actividades
Dia: 13/07Simoca
Dia: 14/07 Monteros en la Iglesia Nuestra Señora del Rosario
Dia:15/07 Villa quinteros -Leon rouges
Dia: 18/07 TRINIDAD
Dia: 19/07Juan Bautista Alberdi
Todas las jornadas en las comunidades se llevaran acabo desde las 16:00hs hasta las 20:00
totalmente gratuitas
"VUELVE AMI POR QUE YO TE DI LIBERTAD"
Cronogramas de actividades
Dia: 13/07Simoca
Dia: 14/07 Monteros en la Iglesia Nuestra Señora del Rosario
Dia:15/07 Villa quinteros -Leon rouges
Dia: 18/07 TRINIDAD
Dia: 19/07Juan Bautista Alberdi
Todas las jornadas en las comunidades se llevaran acabo desde las 16:00hs hasta las 20:00
totalmente gratuitas
miércoles
EVENTOS 2011 30/5 al 2/6 – Retiro Nacional de Sacerdotes. 10 al 12/6 – Retiro para Formadores, Evangelizadores, Predicadores y Servidores. 8 al 10/7 – Retiro para Matrimonios. 2 al 4/9 – Retiro para Jóvenes. 28 al 30/10 – Retiro para Equipos Coordinadores Diocesanos. 18 al 20/11 – Retiro para Servidores. |
martes
Homilia del Santo Padre en pentecostes
Queridos hermanos y hermanas,
Celebramos hoy la gran solemnidad de Pentecostés. Si, en un cierto sentido, todas las solemnidades litúrgicas de la Iglesia son grandes, esta de Pentecostés lo es de una forma singular, porque marca, llegado al quincuagésimo día, el cumplimiento del acontecimiento de la Pascua, de la muerte y resurrección del Señor Jesús a través del don del Espíritu del Resucitado. La Iglesia nos ha preparado en los días pasados para Pentecostés con su oración, con la invocación repetida e intensa a Dios para obtener una renovada efusión del Espíritu Santo sobre nosotros. La Iglesia ha revivido así lo que sucedió en sus orígenes, cuando los Apóstoles, reunidos en el Cenáculo de Jerusalén, “íntimamente unidos, se dedicaban a la oración, en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos” (Hch 1,14). Estaban reunidos en humilde y confiada espera de que se cumpliese la promesa del Padre comunicada a ellos por Jesús: “Seréis bautizados en el Espíritu Santo, dentro de pocos días... recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre vosotros”. (Hch 1,5.8).
En la liturgia de Pentecostés, en la narración de los Hechos de los Apóstoles sobre el nacimiento de la Iglesia (cfr Hch 2,1-11), corresponde el salmo 103 que hemos escuchado: una alabanza de toda la creación, que exalta al Espíritu Creador que hizo todo con sabiduría: “¡Qué variadas son tus obras, Señor! ¡Todo lo hiciste con sabiduría, la tierra está llena de tus criaturas! … ¡Gloria al Señor para siempre, alégrese el Señor por sus obras!” (Sal 103,24.31). Lo que quiere decirnos la Iglesia es esto: el Espíritu creador de todas las cosas, y el Espíritu Santo que Cristo hizo descender desde el Padre sobre la comunidad de los discípulos, son uno y el mismo: creación y redención se pertenecen mutuamente y constituyen, en el fondo, un único misterio de amor y de salvación. El Espíritu Santo es ante todo Espíritu Creador y por tanto Pentecostés es la fiesta de la creación. Para nosotros los cristianos, el mundo es fruto de un acto de amor de Dios, que hizo todas las cosas y del que Él se alegra por que es “algo bueno”, “algo muy bueno”, como nos recuerda el relato de la Creación (cfr Gen 1,1-31). Por ello Dios no es el absolutamente Otro, innombrable y oscuro. Dios se revela y tiene un rostro. Dios es razón, Dios es voluntad, Dios es amor, Dios es belleza. La fe en el Espíritu Creador y la fe en el Espíritu que Cristo Resucitado dio a los Apóstoles y nos da a cada uno de nosotros, están entonces inseparablemente unidas.
La segunda Lectura y el Evangelio de hoy nos muestran esta conexión. El Espíritu Santo es Aquel que nos hace reconocer en Cristo al Señor, y nos hace pronunciar la profesión de fe de la Iglesia: "Jesús es el Señor" (cfr 1 Cor 12,3b). Señor es el título atribuido a Dios en el Antiguo Testamento, título que en la lectura bíblica tomaba el lugar de su nombre impronunciable. El Credo de la Iglesia no es otra cosa que el desarrollo de lo que se dice con esta simple afirmación: “Jesús es Señor”. De esta profesión de fe, san Pablo nos dice que se trata precisamente de la palabra y de la obra del Espíritu Santo. Si queremos estar en el Espíritu, debemos adherirnos a este Credo. Haciéndolo nuestro, aceptándolo como nuestra palabra, accedemos a la obra del Espíritu Santo. La expresión “Jesús es Señor” se puede leer en los dos sentidos: Jesús es Dios, y, al mismo tiempo, Dios es Jesús. El Espíritu Santo ilumina esta reciprocidad: Jesús tiene dignidad divina, y Dios tiene el rostro humano de Jesús. Dios se muestra en Jesús, y con ello nos da la verdad de nosotros mismos. Dejarse iluminar profundamente por esta palabra es el acontecimiento de Pentecostés: del desorden de Babel, de esas voces que resuenan una contra otra, tiene lugar una transformación radical: la multiplicidad se hace unidad multiforme, del poder unificador de la Verdad crece la comprensión. En el Credo que nos une desde todos los extremos de la tierra, que, mediante el Espíritu Santo, hace de forma que nos comprendamos aún en la diversidad de las lenguas, a través de la fe, la esperanza y el amor, se forma la nueva comunidad de la Iglesia de Dios.
El pasaje evangélico nos ofrece después una imagen maravillosa para aclarar la conexión entre Jesús, el Espíritu Santo y el Padre: el Espíritu Santo es representado como el soplo de Jesús resucitado (cfr Jn 20,22). El evangelista Juan retoma aquí una imagen del relato de la creación, allí donde se dice que Dios sopló en la nariz del hombre un aliento de vida (cfr Gen 2,7). El soplo de Dios es vida. Ahora, el Señor sopla en nuestra alma un nuevo aliento de vida, el Espíritu Santo, su más íntima esencia, y de este modo nos acoge en la familia de Dios. Con el Bautismo y la Confirmación se nos hace este don de modo específico, y con los sacramentos de la Eucaristía y de la Penitencia se repite continuamente: el Señor sopla en nuestra alma un aliento de vida. Todos los Sacramentos, cada uno a su propia manera, comunican al hombre la vida divina, gracias al Espíritu Santo que opera en ellos.
En la liturgia de hoy captamos aún una conexión ulterior. El Espíritu Santo es Creador, es la mismo tiempo Espíritu de Jesucristo, pero de modo que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son un solo y único Dios. Y a la luz de la primera Lectura podemos añadir. El Espíritu Santo anima a la Iglesia. Ésta no procede de la voluntad humana, de la reflexión, de la habilidad del hombre y de su capacidad organizativa, ya que si fuese así ya se habría extinguido desde hacía tiempo, como sucede con todo lo humano, Esta en cambio es el Cuerpo de Cristo, animado por el Espíritu Santo. Las imágenes del viento y del fuego, usadas por san Lucas para representar la venida del Espíritu Santo (cfr Hch 2,2-3), recuerdan el Sinaí, donde Dios se había revelado al pueblo de Israel y le había concedido su alianza; "la montaña del Sinaí estaba cubierta de humo – se lee en el libro del Éxodo –, porque el Señor había bajado a ella en el fuego" (19,18). De hecho Israel festejó el quincuagésimo día después de la Pascua, después de la conmemoración de la fuga de Egipto, como la fiesta del Sinaí, la fiesta del Pacto. Cuando san Lucas habla de lenguas de fuego para representar al Espíritu Santo, se recuerda ese antiguo Pacto, establecido sobre la base de la Ley recibida por Israel en el Sinaí. Así el acontecimiento de Pentecostés es representado como un nuevo Sinaí, como el don de un nuevo Pacto en el que la alianza con Israel se extiende a todos los pueblos de la tierra, en el que caen todos los muros de la vieja Ley y aparece su corazón más santo e inmutable, es decir, el amor, que el Espíritu Santo comunica y difunde, el amor que lo abraza todo. Al mismo tiempo la Ley se dilata, se abre, aún haciéndose más sencilla: es el nuevo Pacto, que el Espíritu “escribe” en los corazones de cuantos creen en Cristo. La extensión del Pacto a todos los pueblos de la tierra la representa san Lucas a través de un conjunto de poblaciones considerable para aquella época: (Hch 2,9-11). Con esto se nos dice una cosa muy importante: que la Iglesia es católica desde el primer momento, que su universalidad no es fruto de la inclusión sucesiva de comunidades diversas. Desde el primer instante, de hecho, el Espíritu Santo la creó como Iglesia de todos los pueblos; ésta abraza al mundo entero, supera todas las fronteras de raza, clase, nación; abate todas las barreras y une a los hombres en la profesión del Dios uno y trino. Desde el principio la Iglesia es una, católica y apostólica: esta es su verdadera naturaleza y como tal debe ser reconocida. Es santa no gracias a la capacidad de sus miembros, sino porque Dios mismo, con su Espíritu, la crea, la purifica y la santifica siempre.
Finalmente, el Evangelio de hoy nos entrega esta bellísima expresión: “Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor” (Jn 20,20). Estas palabras son profundamente humanas. El Amigo perdido está presente de nuevo, y quien antes estaba turbado se alegra. Pero dicen mucho más. Porque el Amigo perdido no viene de un lugar cualquiera, sino de la noche de la muerte; ¡y la ha atravesado! No es uno cualquiera, sino que es el Amigo y al mismo tiempo Aquel que es la Verdad y que hace vivir a los hombres; y lo que da no es una alegría cualquiera, sino la propia alegría, don del Espíritu Santo. Sí, es hermoso vivir porque soy amado, y es la Verdad la que me ama. Se alegraron los discípulos, viendo al Señor. Hoy, en Pentecostés, esta expresión está destinada también a nosotros, porque en la fe podemos verle; en la fe Él viene entre nosotros, y también a nosotros nos enseña las manos y el costado, y nosotros nos alegramos. Por ello queremos rezar: ¡Señor, muéstrate! Haznos el don de tu presencia y tendremos el don más bello, tu alegría. Amén.
[Traducción del original italiano por Inma Álvarez
©Libreria Editrice Vaticana
Celebramos hoy la gran solemnidad de Pentecostés. Si, en un cierto sentido, todas las solemnidades litúrgicas de la Iglesia son grandes, esta de Pentecostés lo es de una forma singular, porque marca, llegado al quincuagésimo día, el cumplimiento del acontecimiento de la Pascua, de la muerte y resurrección del Señor Jesús a través del don del Espíritu del Resucitado. La Iglesia nos ha preparado en los días pasados para Pentecostés con su oración, con la invocación repetida e intensa a Dios para obtener una renovada efusión del Espíritu Santo sobre nosotros. La Iglesia ha revivido así lo que sucedió en sus orígenes, cuando los Apóstoles, reunidos en el Cenáculo de Jerusalén, “íntimamente unidos, se dedicaban a la oración, en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos” (Hch 1,14). Estaban reunidos en humilde y confiada espera de que se cumpliese la promesa del Padre comunicada a ellos por Jesús: “Seréis bautizados en el Espíritu Santo, dentro de pocos días... recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre vosotros”. (Hch 1,5.8).
En la liturgia de Pentecostés, en la narración de los Hechos de los Apóstoles sobre el nacimiento de la Iglesia (cfr Hch 2,1-11), corresponde el salmo 103 que hemos escuchado: una alabanza de toda la creación, que exalta al Espíritu Creador que hizo todo con sabiduría: “¡Qué variadas son tus obras, Señor! ¡Todo lo hiciste con sabiduría, la tierra está llena de tus criaturas! … ¡Gloria al Señor para siempre, alégrese el Señor por sus obras!” (Sal 103,24.31). Lo que quiere decirnos la Iglesia es esto: el Espíritu creador de todas las cosas, y el Espíritu Santo que Cristo hizo descender desde el Padre sobre la comunidad de los discípulos, son uno y el mismo: creación y redención se pertenecen mutuamente y constituyen, en el fondo, un único misterio de amor y de salvación. El Espíritu Santo es ante todo Espíritu Creador y por tanto Pentecostés es la fiesta de la creación. Para nosotros los cristianos, el mundo es fruto de un acto de amor de Dios, que hizo todas las cosas y del que Él se alegra por que es “algo bueno”, “algo muy bueno”, como nos recuerda el relato de la Creación (cfr Gen 1,1-31). Por ello Dios no es el absolutamente Otro, innombrable y oscuro. Dios se revela y tiene un rostro. Dios es razón, Dios es voluntad, Dios es amor, Dios es belleza. La fe en el Espíritu Creador y la fe en el Espíritu que Cristo Resucitado dio a los Apóstoles y nos da a cada uno de nosotros, están entonces inseparablemente unidas.
La segunda Lectura y el Evangelio de hoy nos muestran esta conexión. El Espíritu Santo es Aquel que nos hace reconocer en Cristo al Señor, y nos hace pronunciar la profesión de fe de la Iglesia: "Jesús es el Señor" (cfr 1 Cor 12,3b). Señor es el título atribuido a Dios en el Antiguo Testamento, título que en la lectura bíblica tomaba el lugar de su nombre impronunciable. El Credo de la Iglesia no es otra cosa que el desarrollo de lo que se dice con esta simple afirmación: “Jesús es Señor”. De esta profesión de fe, san Pablo nos dice que se trata precisamente de la palabra y de la obra del Espíritu Santo. Si queremos estar en el Espíritu, debemos adherirnos a este Credo. Haciéndolo nuestro, aceptándolo como nuestra palabra, accedemos a la obra del Espíritu Santo. La expresión “Jesús es Señor” se puede leer en los dos sentidos: Jesús es Dios, y, al mismo tiempo, Dios es Jesús. El Espíritu Santo ilumina esta reciprocidad: Jesús tiene dignidad divina, y Dios tiene el rostro humano de Jesús. Dios se muestra en Jesús, y con ello nos da la verdad de nosotros mismos. Dejarse iluminar profundamente por esta palabra es el acontecimiento de Pentecostés: del desorden de Babel, de esas voces que resuenan una contra otra, tiene lugar una transformación radical: la multiplicidad se hace unidad multiforme, del poder unificador de la Verdad crece la comprensión. En el Credo que nos une desde todos los extremos de la tierra, que, mediante el Espíritu Santo, hace de forma que nos comprendamos aún en la diversidad de las lenguas, a través de la fe, la esperanza y el amor, se forma la nueva comunidad de la Iglesia de Dios.
El pasaje evangélico nos ofrece después una imagen maravillosa para aclarar la conexión entre Jesús, el Espíritu Santo y el Padre: el Espíritu Santo es representado como el soplo de Jesús resucitado (cfr Jn 20,22). El evangelista Juan retoma aquí una imagen del relato de la creación, allí donde se dice que Dios sopló en la nariz del hombre un aliento de vida (cfr Gen 2,7). El soplo de Dios es vida. Ahora, el Señor sopla en nuestra alma un nuevo aliento de vida, el Espíritu Santo, su más íntima esencia, y de este modo nos acoge en la familia de Dios. Con el Bautismo y la Confirmación se nos hace este don de modo específico, y con los sacramentos de la Eucaristía y de la Penitencia se repite continuamente: el Señor sopla en nuestra alma un aliento de vida. Todos los Sacramentos, cada uno a su propia manera, comunican al hombre la vida divina, gracias al Espíritu Santo que opera en ellos.
En la liturgia de hoy captamos aún una conexión ulterior. El Espíritu Santo es Creador, es la mismo tiempo Espíritu de Jesucristo, pero de modo que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son un solo y único Dios. Y a la luz de la primera Lectura podemos añadir. El Espíritu Santo anima a la Iglesia. Ésta no procede de la voluntad humana, de la reflexión, de la habilidad del hombre y de su capacidad organizativa, ya que si fuese así ya se habría extinguido desde hacía tiempo, como sucede con todo lo humano, Esta en cambio es el Cuerpo de Cristo, animado por el Espíritu Santo. Las imágenes del viento y del fuego, usadas por san Lucas para representar la venida del Espíritu Santo (cfr Hch 2,2-3), recuerdan el Sinaí, donde Dios se había revelado al pueblo de Israel y le había concedido su alianza; "la montaña del Sinaí estaba cubierta de humo – se lee en el libro del Éxodo –, porque el Señor había bajado a ella en el fuego" (19,18). De hecho Israel festejó el quincuagésimo día después de la Pascua, después de la conmemoración de la fuga de Egipto, como la fiesta del Sinaí, la fiesta del Pacto. Cuando san Lucas habla de lenguas de fuego para representar al Espíritu Santo, se recuerda ese antiguo Pacto, establecido sobre la base de la Ley recibida por Israel en el Sinaí. Así el acontecimiento de Pentecostés es representado como un nuevo Sinaí, como el don de un nuevo Pacto en el que la alianza con Israel se extiende a todos los pueblos de la tierra, en el que caen todos los muros de la vieja Ley y aparece su corazón más santo e inmutable, es decir, el amor, que el Espíritu Santo comunica y difunde, el amor que lo abraza todo. Al mismo tiempo la Ley se dilata, se abre, aún haciéndose más sencilla: es el nuevo Pacto, que el Espíritu “escribe” en los corazones de cuantos creen en Cristo. La extensión del Pacto a todos los pueblos de la tierra la representa san Lucas a través de un conjunto de poblaciones considerable para aquella época: (Hch 2,9-11). Con esto se nos dice una cosa muy importante: que la Iglesia es católica desde el primer momento, que su universalidad no es fruto de la inclusión sucesiva de comunidades diversas. Desde el primer instante, de hecho, el Espíritu Santo la creó como Iglesia de todos los pueblos; ésta abraza al mundo entero, supera todas las fronteras de raza, clase, nación; abate todas las barreras y une a los hombres en la profesión del Dios uno y trino. Desde el principio la Iglesia es una, católica y apostólica: esta es su verdadera naturaleza y como tal debe ser reconocida. Es santa no gracias a la capacidad de sus miembros, sino porque Dios mismo, con su Espíritu, la crea, la purifica y la santifica siempre.
Finalmente, el Evangelio de hoy nos entrega esta bellísima expresión: “Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor” (Jn 20,20). Estas palabras son profundamente humanas. El Amigo perdido está presente de nuevo, y quien antes estaba turbado se alegra. Pero dicen mucho más. Porque el Amigo perdido no viene de un lugar cualquiera, sino de la noche de la muerte; ¡y la ha atravesado! No es uno cualquiera, sino que es el Amigo y al mismo tiempo Aquel que es la Verdad y que hace vivir a los hombres; y lo que da no es una alegría cualquiera, sino la propia alegría, don del Espíritu Santo. Sí, es hermoso vivir porque soy amado, y es la Verdad la que me ama. Se alegraron los discípulos, viendo al Señor. Hoy, en Pentecostés, esta expresión está destinada también a nosotros, porque en la fe podemos verle; en la fe Él viene entre nosotros, y también a nosotros nos enseña las manos y el costado, y nosotros nos alegramos. Por ello queremos rezar: ¡Señor, muéstrate! Haznos el don de tu presencia y tendremos el don más bello, tu alegría. Amén.
[Traducción del original italiano por Inma Álvarez
©Libreria Editrice Vaticana
ESPERANDO TESTIMONIOS.....
Todos los discípulos estaban juntos el día de Pentecostés. De repente un ruido del cielo, como de un viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se repartían, posándose encima de cada uno. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras, cada uno en la lengua que el Espíritu le sugería.
domingo
EL EQUIPO NACIONAL DE LA RCC NOS INVITA A UNIRNOS COMO NACION EN ESTA NOVENA CON ESTAS INTENCIONES
NOVENA AL ESPÍRITU SANTO
Introducción
Esta novena al Espíritu Santo tiene un hilo transversal que se va desglosando a lo largo de los nueve días: el Veni Creator. La reflexión de cada día corresponde a algún verso de este Himno. Sus seis estrofas están contenidas con uno o dos versos de cada una, de tal manera que al terminar con el noveno día, se recorre prácticamente todo el Himno.
Hemos querido centrarnos en el Veni Creator porque es un Himno no solamente “rico en inspiraciones sino que “encierra en sí una grandiosa visión teológica sobre el Espíritu Santo en la historia de la salvación”, según el P. Raniero Cantalamessa. El contenido de las consideraciones está tomado del libro: “El Canto del Espíritu” del Padre Raniero.
Pedimos como intenciones de esta Novena:
ü Redescubrir Nuestra Identidad Carismática Católica, intercediendo por la RCC de toda Argentina.
ü Vivir una profunda experiencia de Cenáculo.
ü Ser capacitados para ser misioneros de la Cultura de Pentecostés experimentando una nueva efusión del Espíritu Santo.
ü Interceder insistentemente por nuestra Patria.
ü Por la unidad y la santidad de toda la iglesia.
Oración inicial para todos los días.
ESPÍRITU SANTO, un gran anhelo arde en el corazón de tus hijos al iniciar esta novena: deseamos que vengas con tu fuerza y tu poder, con tu luz y con tu fuego, a fortalecer nuestras débiles voluntades, a iluminar nuestras mentes y a encender nuestros corazones y nuestros Grupos de Oración, Comunidades, Ministerios, Diócesis, Regiones y Equipo Nacional, con el fuego de tu amor.
Humildemente te pedimos, que nos des las disposiciones necesarias para hacerte una morada digna, en nuestro interior:
-Purifícanos de todo lo que sea un obstáculo, para que vengas con la abundancia de tus dones y gracias.
-Concédenos aquella apertura de corazón que, vaciado de sí mismo, se ensancha para recibirte.
-Danos la gracia de esperarte como Grupos de Oración, Comunidades, y como Equipos Coordinadores de la RCC, unidos en la oración y fervientes en el amor.
Con María, la Madre de Jesús, te esperamos como los apóstoles en el cenáculo:
¡Ven , Espíritu Santo! ¡Ven!
Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos la llama de tu amor. Oh, Dios, que con la luz del Espíritu Santo iluminas los corazones de tus fieles, concédenos que guiados por el mismo Espíritu, disfrutemos de lo que es recto y nos gocemos con su consuelo celestial.
1- Ven, Espíritu Santo, por tu don Sabiduría, concédenos la gracia de apreciar y estimar los bienes del cielo y muéstranos los medios para alcanzarlos. Gloria …
2 - Ven, Espíritu Santo, por tu don de Entendimiento, ilumina nuestras mentes respecto a los misterios de la salvación, para que podamos comprenderlos perfectamente y abrazarlos con fervor. Gloria…
3 - Ven, Espíritu Santo, por tu don de Consejo, inclina nuestros corazones a actuar con rectitud y justicia para beneficio de nosotros mismos y de nuestros semejantes. Gloria …
4 - Ven, Espíritu Santo, por tu don de Fortaleza, fortalécenos con tu gracia contra los enemigos de nuestra alma, para que podamos obtener la corona de la victoria. Gloria …
5 - Ven, Espíritu Santo, por tu don de Ciencia, enséñanos a vivir entre las cosas terrenos para así no perder las eternas. Gloria …
6 - Ven, Espíritu Santo, por tu don de Piedad, inspíranos a vivir sobria, justa, y piadosamente en esta vida, para alcanzar el cielo en la otra vida. Gloria …
7 - Ven, Espíritu Santo, por tu don de Temor de Dios, hiere nuestros cuerpos con tu temor para así trabajar por la salvación de nuestras almas. Gloria …
1er. Día. VEN, ESPÍRITU CREADOR.
El Espíritu Creador transforma el caos en cosmos.
¿Cómo puede un ser que ya existe invocar al Espíritu Santo como creador?
Invocar al Espíritu como creador:
- supone volver, en la fe, a ese momento en que Dios ya tenía sobre nosotros todo poder, aun cuando no éramos más que un pensamiento de su corazón y Él podía hacer de nosotros lo que quisiera, sin menoscabar nuestra libertad;
- es devolver a Dios nuestra libertad. Es volver a ponernos por decisión espontánea, como la arcilla en manos del alfarero, diciéndole las palabras que Él mismo inspiró al efecto: “Señor, Tú eres nuestro Padre, nosotros somos la arcilla y Tú el alfarero, somos todos obra de tus manos” (Is. 64,7);
- significa abandonarnos a la acción soberana de Dios, con una confianza total; significa quitar toda condición y estar dispuestas a todo. Es darle a Dios un cheque en blanco, como hizo María cuando dijo: “Aquí está la esclava del Señor, que me suceda según dices” (Lc. 1,36).
La acción creadora del Espíritu está en el origen de la perfección de lo creado. Él es siempre el que lleva del caos al cosmos; en definitiva: del desorden al orden, de la confusión a la armonía, de la deformidad a la belleza, de lo trillado a la novedad. Es aquel que: “crea y renueva la faz de la tierra”.
Por la primera creación, somos criaturas de Dios; por la segunda creación, somos además hijos de Dios. La nueva creación no es otra cosa que el nuevo nacimiento “de lo alto” o “del Espíritu”, del que habla Jesús en el Evangelio (Jn.3,3-5). Su máxima creación es nuestra conformación a Cristo Jesús.
Oración:
- El Espíritu de Dios, que actuaba sobre el caos primordial y dentro del mismo, sigue actuando en el mundo, por eso le pedimos:
- Ven, Espíritu, aletea y sopla también sobre la parte de caos que hay en mí, en mi grupo de oración, en mi Diócesis, en mi Región, en la RCC de Argentina, en la Iglesia , en el mundo, transfórmanos en una nueva creación: haz cada día más plena nuestra realidad filial y nuestra fidelidad.
- Penetra todo lo que aún es oscuro, confuso o superficial, revélanos la profunda verdad de la Voluntad del Padre sobre nuestra RCC de Argentina y sobre nuestras vidas.
- Que tu aliento nos impulse a abandonar nuestras concretas situaciones personales en la búsqueda humilde y activa de la “nueva tierra” a donde quieres conducirnos. ¡Desinstálanos, quebrántanos, modélanos!
- Que tu fuerza nos encienda para descubrir la verdad en el amor, huyendo de cuanto pueda entibiar el cariño fraterno y posponer el supremo valor de la unión entre nosotros.
- ¡Nos hace falta un nuevo y santo Pentecostés!
Desciende a nuestra tierra abierta y llena de esperanza, sedienta de Ti.
- Tú que haces nuevas todas las cosas, haz de nosotros una creación nueva, renacida al calor de Pentecostés, para gloria del Padre y extensión de tu reinado entre los hombres. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
¡VEN, ESPÍRITU CREADOR, RENUEVA NUESTRA RCC Y NUESTRO CORAZÓN!
2º. Día. VEN … VISITA … LLENA DE TU GRACIA LOS CORAZONES QUE HAS CREADO.
El Espíritu Santo renueva en nuestros días los prodigios del primer Pentecostés.
De Jesús se dice que “lleno del Espíritu Santo” regresó del Jordán (Lc. 4,1); llenos del Espíritu Santo se dice también que estaban Juan, el Bautista, Isabel y Esteban. La narración del milagro de Pentecostés dice que: “Todos quedaron llenos del Espíritu Santo” (Hch. 2,4).
El Espíritu Santo, como gracia, es el don absolutamente gratuito, inmerecido, de Dios a los hombres.
El Espíritu Santo no es una realidad intemporal, vaga, que envuelve al creyente un poco como hace la atmósfera con la tierra. El, cómo Cristo, ha entrado en la historia, y mediante el Bautismo, en la vida de todo creyente.
La gracia es el Espíritu Santo, por tanto, lo que le pedimos es que nos llene de Sí mismo.
¡VEN, VISITA, LLENA!
Que se realice en nosotros una nueva efusión del Espíritu, un nuevo Pentecostés.
¿Qué necesitamos para que podamos tener esta experiencia? Primero, pedir con insistencia el Espíritu Santo al Padre, en el nombre de Jesús, ¡y esperar a que el Padre responda! Hay que tener una fe llena de esperanza.
¿Sobre quién viene el Espíritu Santo? Viene donde es amado, donde es invitado, donde es esperado.
El que clama: “Ven, visita, llena”, se entrega al Espíritu, le da las riendas de su vida, las llaves de su casa, por eso tenemos que estar preparados a que algo cambie en nuestra vida. No podemos invitar al Espíritu Santo a venir, a llenarnos, con tal de que lo deje todo como estaba. “Lo que el Espíritu toca, el Espíritu cambia”. ¡Entregarse al Padre, para que el Padre nos entregue su Espíritu! Esa la condición …
Oración
- Te pedimos, Padre, el don de tu Espíritu para que se derrame sobre nosotros con una nueva efusión de gracia, y podamos experimentar la fuerza que movió a los apóstoles a entregarse con ardor a la difusión de la Buena Nueva , a fin de extender con pasión tu Reinado de Amor en el mundo.
- Renueva, Espíritu Santo, en nuestras vidas, Grupos de oración, Comunidades, Ministerios, Diócesis, Regiones y Nación todos los prodigios que realizaste al comienzo de la predicación del Evangelio: ¡Ven, visita, llena nuestros corazones con el fuego de tu amor!
- Que la venida de tu Espíritu, Señor, venga a renovar la faz de la tierra, y despierte en todos los hombres anhelos de fraternidad e iniciativas para ir construyendo la civilización del amor.
- Que la Iglesia toda se abra generosamente a recibir el don del Espíritu para ser un signo transparente de unidad y de paz ante los hombres.
- Suscita, Espíritu Santo, en muchos jóvenes el deseo de seguir a Jesús, y dales la fortaleza para responder generosamente a tu llamado. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
VEN, ESPÍRITU DE PLENITUD, VISÍTANOS Y LLÉNANOS CON EL FUEGO DE TU AMOR!
3er. Día. TÚ ERES NUESTRO PARÁCLITO.
El Espíritu Santo nos enseña a ser Paráclitos.
El concepto Paráclito, aplicado al Espíritu Santo, no es tan extraño. Se trata de la culminación de toda una línea de pensamiento bíblico. En el Antiguo Testamento, Dios es el gran consolador de su pueblo, aquel que proclama: “Soy yo quien os consuela”, “vuestro Paráclito” (Is. 51,12), aquel que “consuela como una madre” (Is. 66,13).
Este consuelo de Dios, o este “Dios del consuelo” (Rom. 15,5), se ha encarnado en Jesucristo, que se define como el primer Consolador o Paráclito (Jn. 14,15).
“Paráclito” es el título que expresa con más claridad el carácter personal del Espíritu Santo. Aquel que continúa la obra de Cristo y lleva a cabo las obras comunes de la Trinidad , el “otro Consolador”, como lo llama precisamente Jesús.
Con este término estamos tocando en cierto sentido, el vértice de la revelación sobre el Espíritu Santo. El no es sólo “algo”, sino “Alguien”. Alguien que permanece en nosotros como presencia, interlocutor, defensor, amigo consolador, el “dulce huésped del alma”, aquel que fue el compañero inseparable de Jesús, ya durante su vida terrena, y ahora quiere serlo también de cada uno de nosotros. Todo lo mejor, lo más dulce, que una persona pueda esperarse de otra persona, e infinitamente más, se encuentra en Él.
¡Tenemos que convertirnos nosotros mismas en paráclitos!
¿Cómo debemos consolar? Con el mismo consuelo que hemos recibido de Dios.
San Pablo escribe: “Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre misericordioso y Dios de todo consuelo. Él es el que nos conforta en todas nuestras tribulaciones, para que, gracias al consuelo que recibimos de Dios, podamos nosotros consolar a todos los que se encuentran atribulados” (II Cor. 1,3-4).
En cierto sentido, el Espíritu Santo nos necesita para ser paráclitos. Él quiere consolar, defender, exhortar; pero no tiene boca, ni manos, ni ojos para “dar cuerpo” a su consuelo. Pero tiene nuestras manos, nuestros ojos, nuestra boca.
Pidamos esta gracia a María, a quien la piedad cristiana honra con el título de “Consoladora de los afligidos” y “Abogada” de los pecadores. ¡Ella sí que se ha hecho “paráclito” para nosotros!
Oración
Espíritu Consolador, abre nuestros brazos y nuestro corazón ante las necesidades más urgentes de nuestro mundo, y permite que seamos dentro de él, imagen y presencia viva de Jesús Sacerdote y Víctima, de tal manera que identificados en su actitud de enviado del Padre, prolonguemos en la tierra su amor sacerdotal, y podamos ir haciendo presente tu Reinado de Amor. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén
VEN, ESPÍRITU CONSOLADOR, HAZNOS “PARÁCLITOS” PARA NUESTROS HERMANOS.
4º Día. DON ALTÍSIMO DE DIOS.
El Espíritu Santo nos enseña a hacer de nuestra vida un don.
El Espíritu Santo es el máximo don de Dios, pues “no hay don más excelente que la caridad”.
Son innumerables los pasajes del NT, en los que al Espíritu Santo se le presenta como el don de Dios: “Si conocieras el don de Dios…” dice Jesús a la Samaritana (Jn. 4,10), y el contexto, que había del agua viva, siempre ha hecho pensar que ahí se alude al Espíritu Santo (Jn. 7,38).
El Espíritu Santo es en la Trinidad no sólo el don, que procede del Padre y del Hijo, en sentido pasivo –aquel que es donado-: es también, activamente, la “donación”, aquel que impulsa al Hijo a volver a donarse al Padre. Es el principio mismo de la autodonación: es “don” y “donarse” al mismo tiempo.
El Espíritu Santo no infunde en nosotros sólo el “don de Dios”, sino también la capacidad y la necesidad de donarnos. Nos contagia, por así decirlo, con su mismo ser. Él es la “donación”, y donde llega crea un dinamismo que nos conduce a convertirnos, a nuestra vez, en don para los demás.
Si el Espíritu es el que derrama y prolonga, por así decirlo, en la historia el acto de donarse que es propio del Dios trino, entonces Él es el único que puede ayudarnos a hacer de nuestra vida un don y una “ofrenda viva”.
Para San Pablo, la única respuesta adecuada a la Pascua de Cristo es:
“Os pido, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, que os ofrezcáis como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios” (Rom. 12,l).
Todo lo que no damos se pierde, ya que, estamos destinados a morir, morirá con nosotros todo aquello que hayamos conservado hasta el último momento, mientras que lo que damos se sustrae a la corrupción y, por así decirlo, es enviado a la eternidad.
Si todo esto es válido para cualquier cristiano, lo es de un modo particular para nosotros. No podemos, por nosotros mismos, hacer de nuestra vida este don a Dios a favor de los hermanos, sin una ayuda especial del Espíritu Santo.
El propio Jesús, se ofreció al Padre con la cooperación del Espíritu Santo (Hb. 9,14).
Oración
Padre Santo, impulsadas por el Espíritu Santo, que ha derramado su amor en nuestros corazones, nos ofrecemos como hostias vivas y te presentamos nuestras vidas y nuestros Grupos de oración, Diócesis, Regiones y Nación en disponibilidad total a tu Voluntad.
VEN, DON DE DIOS ALTÍSIMO, ENSÉÑANOS A HACER DE NUESTRA VIDA Y SERVICIO UN DON.
5º. Día. TÚ, EL DEDO DE LA DIESTRA DE DIOS.
El Espíritu Santo nos trasmite el poder de Dios.
El fresco de la creación del hombre, pintado por Miguel Ángel en la Capilla Sixtina , presenta a Dios Padre estirando su brazo derecho y extendiendo su dedo divino hasta casi tocar el dedo de Adán que está reclinado en el suelo y vuelto hacia él, es tal vez, la mejor representación visual que se pueda dar del título “dedo de la diestra de Dios” atribuido al Espíritu Santo, que manifiesta, por un lado energía y vida, y por otro, abandono y espera.
Hoy podemos ser nosotros ese Adán débil y tumbado en el suelo que estira su dedo esperando recibir de Dios energía y vida.
Nuestros Grupos de Oración y nuestros Equipos Coordinadores Diocesanos, Regionales y Nacional, necesitan el toque del dedo de Dios para manifestar, a su vez, en su actuación, ese poder y esa autoridad que Cristo emanaba con la palabra y con la acción, y que hacía exclamar a los presentes: “¿De dónde le vienen a éste esa sabiduría y esos poderes milagrosos?”
Cuando Jesús hablaba, o extendía su mano, siempre sucedía algo: los que sufrían, eran confortados; los que tenían ataduras, eran liberados; el demonio era expulsado. Las suyas no eran sólo palabras: en ellas estaba el poder del Espíritu de Dios.
Esto es lo que más necesitamos: poder y eficacia sobrenatural en nuestro servicio del Reino. No con el poder y la fuerza humanos, sino con los del Espíritu se pueden “allanar las montañas” que están ante nosotros.
Ese dedo sigue extendiéndose hacia cada uno de los miembros del Cuerpo de Cristo, para comunicarle la energía que emana del Resucitado. Ya no comunica tan sólo fuerza creadora, sino también fuerza redentora. “Acerca tu dedo…; acerca tu mano y métela en mi costado” (Jn. 20,27), dice el Resucitado a Tomás. Él acercó su dedo, acercó su mano y recibió, del contacto con Cristo, una “sacudida” tan saludable que todas sus dudas se vinieron abajo. Es este contacto Pascual lo que el Espíritu realiza hoy en la Iglesia , porque Cristo “vive en el Espíritu” y el Espíritu es la fuerza misma del Resucitado.
Él nos dará nuevo entusiasmo e inspiración, nuevo valor y nuevo vigor espiritual. Sin Él somos un cuerpo sin vida.
“¡Toca el que cree!” Toca el Espíritu y es tocado por el Espíritu el que cree, el que “consiente”, entregándose a Él con una docilidad absoluta.
Al “dedo de Dios” que se extiende hacia el hombre para comunicarle su energía, ha de corresponder, como en el grandioso fresco de Miguel .Ángel, el dedo del hombre que se extiende, en la fe, para recibirla.
Oración
Espíritu de Dios, derrama sobre cada una de tus hijos, Grupos de oración, Diócesis, Regiones y Nación, tu poder, tu unción, tu mentalidad y tu amor.
Tócanos y nueva vida, nuevo entusiasmo y nuevo ardor circulará con fuerza por las arterias de nuestros Grupos de Oración, Diócesis, Regiones y Equipo Nacional, para darte a conocer y amar a todos nuestros hermanos, y extender con nuevo vigor, tu Reinado de Amor en el mundo. Te lo pedimos por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
VEN, ESPÍRITU DE DIOS, DERRAMA EN NOSOTROS TU FUERZA PODEROSA.
6º. Día. ENCIENDE TU LUZ EN LA MENTE.
El Espíritu Santo nos guía hacia la verdad plena.
¿Qué es lo que ilumina concretamente el Espíritu Santo?
Pablo dice que Él nos hace conocer “las profundidades de Dios”, “las cosas de Dios”, “lo que Dios gratuitamente nos ha dado” (1Cor. 2,10-12).
El Espíritu Santo enciende en la mente la luz de Cristo, hace presente a Aquel que dijo: “Yo soy la luz del mundo” (Jn. 8.12).
El Espíritu Santo ilumina también nuestro destino. En la Carta a los Efesios se pide a Dios Padre que ilumine los ojos de nuestra mente con un espíritu de revelación para comprender: “cuál es la esperanza a la que hemos sido llamados, cuál la inmensa gloria que Él ha otorgado en herencia de su pueblo” (Ef. 1,17-18).
La experiencia más frecuente del Espíritu que “enciende” su luz en la mente, la tenemos leyendo las Escrituras. Él continúa, en la Iglesia , la acción del Resucitado que, después de la Pascua , “les abrió la inteligencia para que comprendieran las Escrituras” (Lc. 24,25).
Pero este verso del Veni Creator nos interpela y nos impulsa a la acción. Después de decirnos que nosotros hemos recibido el Espíritu de Dios para conocer lo que Dios gratuitamente nos ha dado, Pablo añade enseguida, que el Espíritu Santo encuentra un obstáculo decisivo en este camino:
“El hombre mundano no capta las cosas del Espíritu de Dios. Carecen de sentido para él y no puede entenderlas, porque sólo a la luz del Espíritu pueden ser discernidas” (1 Cor. 2,14).
Si no quitamos este obstáculo, esos mundos que el Espíritu revela a la mente quedarán cerrados para siempre. Dios tendrá que seguir repitiendo con tristeza: “Mis planes no son como vuestros planes…” (Is. 55,8).
¡Cuánta necesidad de ser purificados, para ser iluminados !
“Dichosos los que tienen un corazón limpio, porque ellos verán a Dios” (Mt. 5,8).
Oración
ESPÍRITU DE DIOS, te consagramos nuestra mente y nuestros Grupos de oración, Comunidades, Ministerios, Diócesis, Regiones y Nación, purifícalas de toda tiniebla y enciende en ellas tu luz esplendorosa. Hazlas un instrumento del conocimiento de Dios, enséñalas a penetrar con sabrosa experiencia en la belleza del Misterio de Cristo Jesús Sacerdote y Víctima, de su Persona, su Obra y su Palabra. Que nos establezca en la verdad del amor y nos lleve a conocer la hermosura de nuestra vocación a la filiación divina y la esperanza de gloria a la que hemos sido destinadas. A tu luz, Espíritu Santo, caminaremos en la luz, seremos hijos de la luz e irradiaremos tu luz. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amen.
VEN, ESPÍRITU DE VERDAD, GUÍANOS A LA VERDAD COMPLETA.
7º. Día. ALEJA DE NOSOTROS AL ENEMIGO Y DANOS PRONTO LA PAZ.
El Espíritu Santo nos concede la gran paz de Dios.
Paz expresa uno de los anhelos más universales y profundos de todo ser humano.
Cuando decimos “aleja de nosotros al enemigo y pronto ven a traernos la paz”, pedimos, al Espíritu Santo que realice en nuestra vida aquello que realizó en Cristo. Que nos ayude a superar el mal, la tentación, y nos haga gustar, ya en esta vida, alguna primicia de aquella paz eterna que nos espera en el cielo.
La paz que le pedimos al Espíritu no es la de una vida tranquila, es más bien la paz durante la prueba y después de la misma, “descanso de nuestro esfuerzo” como dice la Secuencia de Pentecostés.
La paz interior existe en la medida en que, ya desde esta vida, en la fe y en la entrega, nos adhiramos a la Voluntad de Dios. Por eso, cuando pedimos al Espíritu Santo que nos dé la paz, implícitamente le estamos pidiendo que nos ayude a adherirnos, en cada momento y en todas las cosas, a la Voluntad del Padre, como hacía Jesús. Todo “fiat” a la Voluntad Divina se traduce en un aumento de paz.
Jesús nos enseña que la paz es fruto de victorias: pero no de victorias sobre los enemigos, sino sobre uno mismo. Se obtiene negándonos a nosotros mismos, venciendo nuestro orgullo, nuestra violencia y nuestra ira. En la Cruz nos ha enseñado de un modo definitivo cómo se obtiene la paz: “El ha restablecido la paz, destruyendo en Sí mismo la enemistad” (Ef. 2, 15ss.).
¡Destruyendo “la enemistad”, no al enemigo; destruyéndola “en Sí mismo”, no en los demás!
Por otra parte, no se puede reducir la paz a un asunto privado, íntimo, a la paz del corazón; la paz tiene una dimensión social y es un fruto del Espíritu, en el sentido de que es el resultado conjunto de la libertad de todos, estimulada e impulsada por la acción del Espíritu. Dondequiera que se alcance la paz, allí está actuando, de algún modo, el Espíritu Santo.
La paz, además de ser un don de Dios y un fruto del Espíritu, es también en el Evangelio, una bienaventuranza; no se sitúa sólo en la línea de la gracia y las virtudes, sino también en la línea de las obligaciones y compromisos: “Dichosos los que construyen la paz, porque serán llamados hijos de Dios” (Mt. 5,9).
Oración
Ven, Espíritu de paz, de confianza, de fuerza y de santa alegría. Suscita en nosotros el compromiso de construir la paz y la justicia, para ser verdaderamente testigos de tu Reino.
Ven, alegría oculta en las lágrimas del mundo; ven, Padre de los pobres; ven, socorro de los oprimidos.
No tenemos nada que pueda obligarte, pero por eso, estamos más llenos de confianza.
Nuestro corazón teme ocultamente que vengas, porque eres desinteresado y delicado; porque eres distinto a él.
Pero la más firme promesa es que Tú vienes. Quédate con nosotros. Quédate en nuestros Grupos de oración, Comunidades, Ministerios, Diócesis, Regiones y Nación.
¡VEN, ESPÍRITU DE PAZ, VEN A TRAERNOS LA PAZ DE DIOS!
8º. Día. HAZ QUE POR TI CONOZCAMOS AL PADRE.
El Espíritu Santo nos infunde el sentimiento de la filiación divina.
Con esta invocación le estamos pidiendo al Espíritu que haga dos cosas: que nos haga conocer a Dios como Padre de Nuestro Señor Jesucristo, como “Padre eterno”; y que nos haga conocer a Dios como nuestro “Padre”, es decir, que nos infunda el sentimiento tierno de la filiación divina.
El Espíritu Santo no sólo nos hace “conocer al Padre, sino que nos hace “estar” en el Padre: “En esto conocemos que permanecemos en Él, y Él en nosotros: en que nos ha dado su Espíritu” (1 Jn. 4,13).
En el centro de la nueva vida que brota de la Pascua de Cristo, San Pablo sitúa la obra que el Espíritu Santo realiza en las profundidades del corazón humano, cuando le hace descubrir a Dios como Padre, y a sí mismo como hijo de Dios: “Y la prueba de que son hijos es que Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: “Abba”, es decir, “Padre” (Gal. 4,6; Rom 8, 15-16).
HAZ QUE EN TI CONOZCAMOS AL PADRE
Sobre todo una cosa: ¡Danos a conocer el amor del Padre!
Esta es la misión por excelencia del Paráclito: derramar en nuestro corazón el amor de Dios; darnos, de Él, no sólo un conocimiento abstracto, sino el sentimiento vivo. Por eso se porta “como una madre que enseña a su niño a decir “papá”, y repite este nombre con él, hasta que el niño se acostumbra a llamar al padre hasta en sueños”.
No hay plegaria más importante que podamos dirigir al Espíritu que ésta: ¡Danos a conocer el amor que el Padre nos tiene, y eso nos basta!
Pedir esto, significa también satisfacer sus deseos, obedecer a sus mandatos. Por eso le decimos: ¡Danos a conocer la Voluntad del Padre! Es precisamente mediante el Espíritu Santo, como Dios nos da a conocer sus planes más secretos (Ef. 1,9).
DANOS A CONOCER AL HIJO
San Pablo habla de un conocimiento “superior”, y hasta “sublime”, de Cristo, que consiste en conocerlo y proclamarlo “Señor”: (Flp. 3,8). Es la proclamación que, unida a la fe en la Resurrección de Cristo, nos salva (Rom. 10,9). Y este conocimiento lo hace posible sólo el Espíritu Santo: “Nadie puede decir: “Jesús es Señor”, si no está movido por el Espíritu Santo” (1 Cor. 12,3).
La fuerza objetiva de la frase: “Jesús es Señor”, está en el hecho de que hace presente la historia y en particular el Misterio Pascual: “Para eso murió y resucitó Cristo: para ser Señor de vivos y muertos” (Rom. 14,9).
En lo que depende de nosotros, la fuerza de esa proclamación está en que supone también una decisión. Quien la pronuncia decide sobre el sentido de su vida. Es como si dijera: “Tú eres mi Señor”; yo me someto a Ti. Te reconozco libremente como mi Salvador, mi jefe, mi maestro, aquel que tiene todos los derechos sobre mí.
Oración
Espíritu de Dios, te amamos porque eres el mismo Amor. Por Ti, tenemos a Dios como Padre y a Jesús como hermano. Por Ti, conocemos al Padre y eres Tú quien nos haces exclamar: “¡Abbá, Padre!”.
Por Ti conocemos al Hijo, nos revelas su misterio y nos configuras a Él haciéndonos hijos en el Hijo.
Eres Tú, quien nos hace exclamar: ¡Jesús es mi Señor!
Haznos saborear el misterio de nuestra filiación divina.
Te lo pedimos por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
¡VEN, ESPÍRITU DE FILIACIÓN, HAZNOS HIJOS EN EL HIJO!
9º. Día. Y EN TI, QUE ERES DE AMBOS, HAZ QUE CREAMOS ETERNAMENTE.
El Espíritu Santo nos ilumina sobre el Misterio de su Persona.
¡Creer en el Espíritu Santo! Significa creer que Él es el amor mutuo entre el Padre y el Hijo, el beso, el abrazo recíproco, lleno de júbilo y felicidad, y que, gracias a Él, el ser humano se haya incluido, de algún modo, en este abrazo y este beso del Padre y del Hijo.
Esto es lo que debe significar para nosotras decir: “¡Creo en el Espíritu Santo!”.
No sólo creer en la existencia de una tercera Persona en la Trinidad , sino también creer en su presencia en medio de nosotros, en nuestro mismo corazón.
Creer en la victoria final del amor. Creer que el Espíritu Santo está conduciendo a la Iglesia hacia la unidad completa, del mismo modo que la está conduciendo a la verdad completa.
Creer en la unidad final de todo el género humano, aunque se nos antoje muy lejana y tal vez sólo escatológica, porque es Él quien guía la historia y preside el “regreso de todas las cosas a Dios”.
Creer en el Espíritu Santo significa, pues, creer en el sentido de la historia, de la vida, en el cumplimiento de las esperanzas humanas, en la total redención de nuestro cuerpo y del cuerpo más grande que es todo el cosmos, porque es Él quien lo sostiene y lo hace gemir, como entre los dolores de un parto.
Oración
Creer en el Espíritu Santo significa adorarlo, amarlo, bendecirlo, alabarlo y darle gracias; como queremos hacerlo ahora para concluir esta preparación a su venida:
- Gracias, Espíritu Santo, porque transformas continuamente nuestro caos en cosmos; porque has visitado nuestras mentes y has llenado de gracia nuestros corazones.
- Gracias, porque eres luz que lo escudriña todo, nos enseñas a discernir y a descubrir la verdad; gracias, porque nos has dado la certeza de esta presencia operante tuya a lo largo de nuestra vida.
- Gracias, porque eres para nosotros el consolador; el don supremo del Padre, el agua viva, el fuego, el amor y la unción espiritual.
- Gracias, por los infinitos dones y carismas que, como dedo poderoso de Dios, has distribuido entre los hombres; Tú promesa cumplida del Padre y siempre por cumplir.
- Gracias, por las palabras de fuego que jamás has dejado de poner en la boca de los profetas, los pastores, los misioneros y los orantes. Te bendecimos, porque estas palabras tuyas no han cesado de avivar la llama del amor en los corazones de tus hijos.
- Gracias, por la luz de Cristo que has hecho brillar en nuestras mentes; por tu amor que has infundido en nuestros corazones, y la curación que has realizado en nuestro cuerpo enfermo.
- Gracias, por haber estado a nuestro lado en la lucha, por habernos ayudado a vencer al enemigo; o a volver a levantarnos tras la derrota.
- Gracias, por haber sido nuestro guía en las difíciles decisiones de la vida y habernos preservado de la seducción del mal.
- Gracias, finalmente, por habernos revelado el rostro del Padre y enseñado a gritar: ¡Abbá, Padre!
- Gracias, porque nos impulsas a proclamar: “¡Jesús es mi Señor!”
- Gracias, por haberte manifestado a la Iglesia de ayer y a la de nuestros días como el vínculo de unidad entre el Padre y el Hijo, objeto inefable de su aspiración de amor, soplo vital y fragancia de unción divina que el Padre transmite al Hijo, engendrándolo antes de la aurora.
- Simplemente porque existes, ahora y para toda la eternidad, Espíritu Santo, ¡te damos gracias!
jueves
ESCUELA DE FORMACIÓN RCC
CRONOGRAMA
26 DE MARZO | (BIBLIA) ¿Por qué iniciarse en la SSEE? Palabra de Dios y Palabra del hombre. Estructura y contenido en la biblia. | KERIGMA anuncio kerigmatico ¿qué es? y las 4 condiciones necesarias |
9 DE ABRIL | IGLESIA La Constitución sobre la Iglesia (Pág. 83- 115) | RCC- origen - objetivos- |
23 DE ABRIL | SANTIDAD- Vida sacramental. | VIDA DE LA GRACIA. Definición. gracia, justificación, mérito |
7 DE MAYO | TALLER Lectio Divina- | Predicación. Kerigma. |
21 DE MAYO | IGLESIA Relación entre la Iglesia y Jesús. (pág. 15-21) | RCC : Estructura. |
4 DE JUNIO | SANTIDAD- Libertad. Vocación. | VIDA DE LA GRACIA iniciación cristiana (bautismo, confirmación y eucaristía) |
18 DE JUNIO | (BIBLIA) INTRODUCCIÓN ANTIGUO TESTAMENTO. | KERIGMA : diferencias entre Kerigma y catequesis- Aparecida. Dos etapas diferentes y complementarias. (ref. Prado flores) Medio y método del kerigma. |
2 DE JULIO | IGLESIA La Iglesia que los Apóstoles nos dejaron (Pág. 25- 43) | RCC : La RCC en la vida de la Iglesia. |
13 DE AGOSTO | TALLER Liturgia. | |
27 DE AGOSTO | SANTIDAD- Deber de estado- GS DSI | VIDA DE LA GRACIA Servicio a la Comunidad. Orden sagrado y Matrimonio. |
10 DE SEPTIEMBRE | BIBLIA) INTRODUCCIÓN NUEVO TESTAMENTO | KERIGMA. El kerigma de Jesús. Contenido y objetivo. Kerigma de los Apostóles |
8 DE OCTUBRE | TALLER de discernimiento | .- Maríología |
22 DE OCTUBRE | (BIBLIA) INTERPRETACIÓN DV VD | KERIGMA en la Iglesia de hoy. EN Aparecida |
5 DE NOVIEMBRE | TALLER Estatuto- Pastoral. | |
19 DE NOVIEMBRE | SANTIDAD- Virtudes | VIDA DE LA GRACIA sacramentos de curación Reconciliación – unción de los enfermos |
Aguilares. colegio Cristo Rey ¨sábados 16 hs
Albedi - Capilla San Cayetano sábado 16 hsMonteros- Parroquia Sagrado Corazón Jueves 16 hs
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